De todos es sabido que la situación
actual del empleo en España es muy crítica. Cada día se añaden a las listas de
desempleados más personas que hasta hace poco tenían un buen trabajo, un trabajo estable que, aparentemente, no peligraba.
También a ellos les está afectando esta crisis y a todos nos obliga a cambiar.
La palabra crisis significa cambio.
En un sentido u otro, pero cambio. Nadie escapa a su efecto, nadie se mantiene
estable, nadie sale de la crisis igual que estaba antes de entrar en ella y,
por lo tanto, cada uno tiene que decidir cómo continuar, hacia dónde cambiar el
rumbo.
En un artículo anterior hablé de los
efectos psicológicos del desempleo y cómo combatirlos a través de una nueva
actividad y una estructura del tiempo. Pues bien, la mejor manera de combatir
los efectos negativos del desempleo es crear nuestro propio puesto de trabajo y
formarnos en aquello que emprendemos.
Darle forma a una idea que hace
tiempo que nos ronda la cabeza, rescatar capacidades y habilidades adormiladas
por falta de práctica, recuperar nuestra agenda de contactos, repasar nuestras
finanzas para dedicar unos euros para apostar por nosotros mismos y darnos a
conocer en esta nueva actividad, son los ingredientes necesarios para comenzar
a andar un nuevo camino.
No es fácil, dirán algunos y tienen
razón. No es fácil creer en nosotros y nuestras capacidades. No es fácil
adquirir un compromiso con uno mismo para luchar por sacar nuestro objetivo
adelante. No es fácil priorizar las finanzas para apostar por nuestra idea. No
es fácil convencer a los que nos rodean que nos apoyen incondicionalmente. No
es fácil, es verdad, ser emprendedor no es el camino fácil para tener un
empleo; pero sí es un camino apasionante y lindo de crecimiento personal. Como
dice Mafalda: la vida es linda, aunque muchos confunden lindo con fácil.
Emprender ayuda a crecer porque nos
obliga a observarnos a nosotros y a nuestro entorno desde una óptica nueva, a conocernos
a nosotros mismos, a reconocer lo que uno sabe hacer bien para convertirlo en
un producto o servicio al servicio de la comunidad, a ponerle precio a nuestro
trabajo y a buscar a alguien que lo pague, a escuchar y digerir la crítica para
reestructurar la idea hasta convertirla en realidad, a recibir negativas y
frustrarnos, para volver a ilusionarnos hasta lograr sacar nuestro sueldo.
Emprender nos hace sentir vivos, nos
hace re-ilusionarnos por un proyecto personal-profesional y la ilusión es motor
de crecimiento, motivación para el trabajo, genera sinergias positivas y
favorece la producción de endorfinas, que disminuye la sintomatología depresiva
y mejora la sensación de bienestar.
Eso no significa que el camino sea
un camino de rosas, no. Habrá baches y zanjas; habrá que caer y levantarse para
continuar, pero al final estará nuestro objetivo y, cuando lo consigamos,
sabremos que ha sido gracias a nuestro esfuerzo, a nuestra constancia, a
nuestro ahínco y perseverancia.
Pongamos ilusión en nuestro proyecto
personal-profesional y conectémoslo con el proyecto de crecimiento de la
comunidad en la que vivimos. Obtendremos así un doble crecimiento, el personal
y el social, además de reconocimiento, que es la necesidad más básica del ser
humano.
Mª Victoria Juárez Caparrós
(Artículo publicado en la revista nº 1 de Emprendiendo en tribu)
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