El enfoque sistémico ...

concibe al ser humano como un sistema en constante interacción con otros sistemas de relación, de los que forma parte y sobre los que influye y le influyen.

Tiene en cuenta esta influencia mutua entre el individuo y los distintos sistemas de los que forma parte cuando evalúa e interviene sobre los problemas que generan malestar en la vida de las personas y los contextos en los que se manifiestan: familia de origen, familia creada, pareja, escuela, amigos, contexto laboral...

La comprensión de estas interrelaciones y su contribución a la aparición del problema, así como la aplicación de los diferentes modelos de intervención derivados del paradigma sistémico, tiene como resultado un nuevo modo de pensar y actuar para la práctica profesional de quienes intervienen en los ámbitos de la salud, la educación, los servicios sociales, la justicia o la psicoterapia

jueves, 12 de mayo de 2016

La dependencia de la independencia

¿Quién no ha deseado ser independiente alguna vez?

¿Es posible ser independiente en un sistema social que por sí mismo plantea la imposibilidad de dejar de ser dependientes, puesto que el vínculo que nos une a los demás, el vínculo relacional propio del ser humano, es en sí mismo nexo de unión e interdependencia entre personas?

¿Es posible alcanzar la tan ansiada independencia o llega un momento en que, paradójicamente,  se siente dependencia de la necesidad de independencia y uno termina por ser dependiente de los ideales y utopías independentistas?

Son muchas las personas que al sentirse atrapadas en estos vínculos de dependencia, sienten la imperiosa necesidad de ser independientes, de regir su vida por sus propias normas y criterios, de sostenerse económicamente sin tener que dar explicaciones a nadie sobre lo que gana y lo que gasta, cómo viste o vive o con quién se relaciona y de qué manera, llegando a generar verdadero sufrimiento por no poder sentir que es dueño de su propia vida y su destino.

Desde mi punto de vista, es imposible ser independiente si uno se considera humano. Decía Watzlawick, que en todo proceso de comunicación,  influimos sobre los otros y los otros nos influyen y que es imposible no comunicar (según el primer axioma de la comunicación humana), ya sea verbal o gestualmente. Por lo tanto, nos encontramos en un proceso constante de intercambio de información que influye, modula y sirve de motor de arranque a nuestros pensamientos y se traduce en conductas concretas en nuestra vida cotidiana.

Podemos ser más o menos autónomos, entendiendo por autónomo aquel que sabe hacer las cosas por sí mismo, y que sabe solicitar ayuda de los demás cuando lo necesita (aunque sepa hacerlo él solo), pero no independientes. No podemos abstraernos de la influencia de los demás sobre nosotros, ya que si esto ocurriera dejaríamos de existir. El concepto que tenemos de nosotros mismos se forma desde el mismo momento en que somos engendrados y, especialmente, a partir del nacimiento, a partir de la mirada de los otros y de las expectativas que tienen sobre cada uno de nosotros, en primer lugar las de los padres y luego las del resto de personas significativas.

Primero los padres, los hermanos, los abuelos y tíos, luego los profesores, después los amigos, la pareja, los compañeros de trabajo, los vecinos, los religiosos, los políticos, los famosos, los cantantes...siempre hay alguien a nuestro lado (aunque solo sea en nuestro recuerdo y no esté físicamente presente) que influye sobre lo que nosotros creemos que hay que hacer o decir y va a valorar nuestras palabras y acciones con palabras de aliento y reconocimiento o, por el contrario, con palabras de crítica y humillación, en un proceso de retroalimentación continuo.

Es en este proceso donde nosotros, ya adultos, sí podemos influir para hacerlo rodar hacia nuestros objetivos de autonomía personal.

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